Las relaciones son extrañas, algo único dicen algunos pero todas se fundamentan en lo mismo.
Nos interesamos por alguien, creemos que le queremos,estúpidamente sin duda.
Empieza algo, algo que solemos llamar amor.
Al principio hay una llama, una enorme llama, la llama de la pasión.
Esa
llama que si no soplamos hará que la vela se consuma y todo quede en el
recuerdo vacío de ese olor a humo mezclado con vainilla.
Cuando
apagamos la vela, para seguir bien, renacen las historias, las vidas que
dejamos cruzadas, que vienen encendiéndose, nos persiguen haciéndonos
dudar.
Luego viene la manzana, la manzana envenenada, brillante y tentadora.
Y dejamos que toda esa situación se pudra y sea fruto y alimento de los gusanos.
Luego después, nacen los miedos, que nos aterran y ya no por nosotros mismos sino por el otro, nuestra "otra mitad".
Las inseguridades,
esas que nos hacen, una vez más un poco humanos.
Después, las relaciones llegan a un punto lineal, de felicidad sin
saltos, sin cambios, en el que nos sorprende a lo mejor un pequeño
detalle, una cena, un baño con velas, una llamada inesperada... Ese
extremo en el que cualquier cosa la hacemos grande, porque en realidad
no hay grandes cosas de las que sorprenderse.
Por fin llego al punto del que quería hablar, la infidelidad superada.
Esas parejas por las que su mente no se cruza otra persona que no sea la
que le corresponda, y no por respeto, y no por amor aunque ellos hayan
engañado a su propia mente de tal forma que se creen su mentira.
No son infieles porque han apartado a todas las posibilidades
del camino, se han separado tanto del mundo que no tienen con quién.
Entonces ¿dónde está el mérito?
Sí, ¡cielos! Vuestros novios inseguros han apartado de vuestra vida a
todos vuestros amigos de un sexo opuesto al vuestro o del mismo si
hablásemos de homosexualidad.
Esa seguridad que parece que tienen al deciros que obviéis al mundo
entero es en realidad un envoltorio para un bombón con un extra de
inseguridad, recubierto de pepitas de mentiras, de egoísmo y de una
forma de ser temeraria.
Amigos,que triste es dejar que alguien te aparte del mundo, te haga
creer que todos estamos llenos de terribles defectos y que esto es una
cuestión de imperfección.
Por supuesto, que todos tenemos defectos y he de decir que adoro los
defectos, los adoro.
Los defectos hacen la variedad, la multiplicidad,
las discontinuidades...
No existen las medias naranjas, somos naranjas, enteras, que buscamos a
alguien que mezclando sus imperfecciones con las nuestras nos haga
felices.
Nos haga una pareja única en el universo.
Porque aquí todo es único, no hay dos seres iguales, que al combinarlos
hagan parejas gemelas ni mucho menos.
Así que, por favor, tampoco presumáis de vuestra forma de ser única cuando estáis juntos, nos pasa a todos.
Y ahora yo, siento deciros, que conservo a todos mis buenos amigos del sexo opuesto, gays
incluidos. Que me hacen increíblemente feliz, que me completan como
persona y que me ayudan a superarme.
No tengo que apartar los retos que la vida quiera poner en frente mía,
quiero superarlos, con creces para sentirme cada día más orgullosa.
Y ahora, sacar vuestras propias conclusiones y situaros en vuestro
sitio.
Paula.