jueves, 24 de noviembre de 2011

BóM

Nunca vuelvas a preguntarte si algo está bien o mal.
Es lo más subjetivo del mundo. Nunca te preguntes si haces bien o mal.
Solo hazlo y las consecuencias responderán por si solas. Debes preguntarte si esas consecuencias son lo suficientemente buenas para arriesgarte, para tirarte a la piscina de cabeza y dejarte de meter el dedo gordo para comprobar su temperatura.
Puede pasar, que cuando cojas carrerilla te escurras.
Pero el hecho de intentarlo, eso, te hace más valiente que cualquier cosa, más merecedor del éxito que la simple pregunta moral.
Qué es lo que está bien o lo que está mal... Depende de quién lo mire, de lo que le enseñen, desde que nace hasta que se plantea la estúpida pregunta de lo que está bien y de lo que no, cuando tiene esa capacidad, esa inteligencia, esa madurez y ese desarrollo. Eso, eso quiere decir que está preparado para decidirlo, sea lo que sea lo que haya que decidir. 
Saldrá todo bien, y el equilibrio natural del destino, y todas esas estupideces pondrán las cosas en su sitio, para hacernos quizás hoy increiblemente felices y mañana o desear no haber nacido, a odiarnos a nosotros mismos,  a odiar a otra persona, a ser felices hasta matar o miles de opciones que seguro que el estúpido de mi profesor de matemáticas sabría calcular... O respondería diciendo, infinito.
Infinitas veces, que son las que nos preguntaremos si algo está bien o mal, pero nunca tenderemos la certeza de que eso sea lo correcto ni lo que va a hacernos felices.
Aun así, seamos felices, es invierno, luego vendrá abril y lloverá, luego primavera para guardar el abrigo y luego el verano, el mejor verano, de nuevo.
Hasta entonces, no sabremos si hacemos bien o mal.
En mi casa, eructar mientras comes esta prohibido, sin embargo en la mesa helada de un esquimal o en una tribu de los mares del sur es un "gracias". Aquí con un beso a papá o a mamá, somos felices.
Siempre hay un depende.












Paula.

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