sábado, 17 de diciembre de 2011

No se si gritar felicidad o llorar estupidez.

Las cosas bonitas son bonitas porque sí, no se le puede buscar explicación.
Mi sonrisa ayer era bonita, porque andaba sola bajo la navidad de Madrid, miles de luces que acaban haciéndote sentir un poco de ese casi extinguido espíritu navideño.
Me reía sola, por la calle, me comía el asfalto pensando en qué sucedería mañana, dentro de un segundo, de un minuto o de tres horas... Pero no me importaba, nada en absoluto, era un presentimiento de que todo saldría bien, como tiene que salir y que la navidad estaba entrando en mi vida como un tren llega a una estación y que Madrid quedaría atrás un tal día 26 y volvería con los bolsillos cargados de dudas y de caricias, pero las dudas se caerían "accidentalmente" al bajar del coche y dejaríamos solo lo bueno en el fondo del bolsillo, como los posos del café. Para dar paso una vez más, a una experiencia nueva que nadie sabe cómo demonios va a acabar.


Paula.

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